Han pasado dos días y aún no doy
crédito a la escenificación mediática de la gastronomía como arte elitista para
entendidos y consiguiente defenestración de la cocina tradicional, de esa
cocina con memoria y sentimientos que todos tenemos en nuestro olfato y en
nuestro baúl de los recuerdos de sabores.
Los comentarios, la puesta en
escena, los protagonistas, todo estaba, aparentemente, pesado y medido para que
el concepto tradicional y popular de gastronomía quedara vencido por una
alternativa de la cocina como arte que el pueblo llano no puede alcanzar ni técnica,
ni económica, ni gustativamente.
Yo no me veo yendo a casa de unos
amigos a cenar y que me pongan una “gargouillou” compuesta de un montón de
vegetales, cada uno con una textura diferente. No, ni me veo yo preparándolo para
recibir a nadie, ni a mi abuela haciendo semejante exhibición de tontería para
que comiéramos cuando íbamos a verla.
A mí como plato vegetal
emblemático me gusta la menestra, la de toda la vida, que es lo que es este
plato pero elevado al nivel de innecesariamente inalcanzable para el común de
los mortales, o sea, yo.
Insisto, a mí el “gargouillou” me
conmueve lo que a la roca el paso del río. Está ahí y si algún día me lo
encuentro lo probaré, y a lo mejor hasta me gusta, que no digo yo que no. Ahora
por un plato de lentejas “ma-to”, por un plato de lentejas bien cocinadas, de
esas que cuando llegas al portal del edificio secuestran tu olfato y su aroma,
como en los tebeos, forma una estela olfativa que te conduce sin ninguna duda
hasta el fogón en el que se cocinan, hago lo que me pidan
Pero con todo, esto no es más que
un problema de apreciaciones, de conceptos, de gustos si se quiere. Aunque lo
que es sin duda de un gusto pésimo, de un desprecio absoluto hacia lo que para muchos
españolitos de a pie es el disfrute de nuestra gastronomía tradicional,
popular, familiar, son los comentarios un tanto despectivos del jurado.
“Un plato de lentejas para pasar
a la final, hay que estar muy convencidos”, dice uno de los miembros del jurado
en un momento dado. “Te las has jugado con un plato de lentejas”, comenta como
con asombro otro miembro del jurado al concursante. Como apuntando, sin red y
sin medios.
Ya en la biblia Esaú vendió su
primogenitura a Jacob por un plato de lentejas. Yo me declaró de los de Esaú y
reniego con cierta rabia de la cocina elitista y experimental, no por ella
misma, si no como medio de vulgarizar y desprestigiar nuestra cocina de toda la
vida, de mi bisabuela, de mi abuela, de mi madre y de mi mujer y si hay que
decirlo se dice: “que vivan las caenas”, digo las lentejas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario