El pasado 15 de noviembre, que
preveo de infausto recuerdo a la vuelta de unos años, se ha aprobado, con nulo
despliegue informativo y total ausencia de debate, el decreto 895/2013 que a casi
ninguno de los que leen estas palabras les sonará de nada. El tal decreto
decreta, como es su vocación, que a partir del 1 de enero el aceite que se
proporciona a los clientes de bares y restaurantes, para las tostadas, para
aliñar las ensaladas o para cualquier otro uso, deberá de estar perfectamente
etiquetado y servido en envases irrellenables. Esta norma permitirá, argumentos de los
legisladores por si alguien se interesaba, un mayor control de la calidad e
información al consumidor.
Ah¡ que lo han hecho por
nosotros, por nuestra salud y para evitar que nos engañen. Ilusos.
Solo España ha aprobado esta
norma, ni Italia, ni Francia, ni Grecia… Una de dos o somos los mejores, los
más íntegros, los más preocupados por la salud o aquí hay gato encerrado. Y
para mí que no es que haya gato encerrado, no, es que nuestros políticos nos la
han vuelto a meter doblada, y han vuelto a favorecer a los de siempre con una
norma que garantiza el crecimiento de los grandes y la asfixia sistemática de
aquellos que luchan desde las pequeñas explotaciones por hacer un producto de
calidad y cuya difusión, por tamaño de la explotación, por tiempo de producto
en el mercado y/o dificultad de acceso a
los canales de comercialización, es aún o vocacionalmente escasa.
Todos los bares y restaurantes de la zona que ahora consumían
esos aceites, en algunos casos artesanales, se verán inevitablemente impelidos a cambiar
de aceite o a encarecer la oferta a los clientes repercutiendo el coste que
esos envases van a suponer y que será mayor cuanto menor sea la producción. ¿A
quién favorece? Al pequeño productor no, al consumidor, yo creo que tampoco. Me
da lo mismo lo que ponga una etiqueta si me sale más caro y si pierdo en el
proceso informativo un producto que mi paladar agradecía. Yo creo que favorece
a las grandes industrias, como siempre, que acrecentarán con esta medida su
predominio, o monopolio compartido, sobre el mercado. Favorece a los italianos,
a los franceses y a los griegos que podrán comprar en España productos de gran
calidad a bajo precio porque los pequeños productores no tendrán salida, y
venderlos como propios, tal como ya hacen. Todo para los amigos, y quién sabe
si en el proceso habrá algún otro beneficio. Sólo me lo pregunto, que conste.
Me comentaban este verano en Galicia
en una pequeña y magnífica conservera como habían tenido que renunciar a
envasar tomate porque la legislación utiliza los cupos para asfixiar a los pequeños
productores que nos solo son vocacionalmente más caros -latas de primera calidad, selección manual
del producto a envasar, canon de idoneidad del producto- si no que impiden la contratación
de la materia prima imprescindible para el funcionamiento de la línea de
producto. Y en el mercado de Ourense en un puesto de quesos, para mi
seguramente unos de los mejores y más auténticos quesos de vaca que quedan y
que la familia compra a los pequeños, pequeñísimos, minúsculos, productores de
la zona y etiqueta para consumo, como le habían embargado un camión de quesos
por no estaba claro que motivo administrativo y que a duras penas y con mucho
teléfono, y algún contacto, consiguieron solventar finalmente pero con un claro
perjuicio económico. No quiero ponerme pesado y volver a hablar de los
aguardenteiros, ni de la mantequilla artesanal que ahora nos está prohibida por
nuestra salud, aunque no algunas extrañas masillas que podemos comprar
libremente y que con su sabor, o ausencia del mismo, parecen desmentir su
supuesta procedencia. Algún día nos daremos cuenta que la legislación sobre
temas alimentarios nos está abocando a la pérdida de calidad, de variedad y
favoreciendo el crecimiento de industrias cuya única vocación es el beneficio
por encima de la calidad y de la salud. Los colorantes, los conservantes y
otros productos que intervienen en la “fabricación” de los alimentos nunca
darán los estándares de salubridad, la calidad de alimentación ni la
satisfacción gustativa de los productos naturales.
En definitiva, y como ya he
dicho, nos la han vuelto a meter doblada, y van…