martes, 25 de febrero de 2014

Y yo me río

Hay gente, en realidad muchísima gente, que está convencida de que todo se puede comprar y que si algo no se puede comprar se puede comprar la cobertura de la carencia, pero el problema de las coberturas es que acaban moviéndose y dejando al descubierto las carencias y el ridículo de quién pretende ser o tener aquello de lo que carece.
Recuerdo a un amigo mío, se dice el pecado y no el pecador por si hay más amigos comunes que lo identifiquen, que me contaba que él tenía una botella de Chivas que rellenaba periódicamente con DYC y que era lo que sacaba para las visitas. Esta añagaza empezó inocentemente porque le molestaba que la gente usase el Chivas para servírselo con agua o coca cola o cualquier otro tipo de ingrediente accesorio que lo enmascaraba. “Tu pones dos botellas, una de Chivas y otra más barata y la gente usa la más cara para prepararse los cubatas. Desde que la relleno de DYC nadie ha protestado y sospecho que nadie lo ha notado”. Pero es que cuando empezó a hacerlo también para chupitos tampoco nadie pareció percatarse del engaño. “Y encima alguno lo paladea y te lo glosa” me comentaba entre indignado, incrédulo y divertido.
Desgraciadamente lo que mi amigo contaba pasa en una gran cantidad de restaurantes de nuevo cuño, de esos de maridaje,  ración inversamente proporcional a la longitud de la denominación de lo servido y con necesidad de rollo de papel para contener la cuenta.
Escalofríos me dan. ¿Cómo se pueden cobrar cien euros por comensal por un cordero duro, un rabo de toro, de vaca, de vaca, estofado con un exceso de zanahoria que lo enmascara todo o una navaja tan escasamente cocinada que te la sirven fría?. Pues es claro, para que nadie se atreva a decir esto es una porquería, porque has ido a ese lugar porque un “entendido”, y vengativo seguro, te lo ha recomendado, porque lo pone en algunos periódicos que en vez de pagar cobran y porque o no te enteras y acabarás recomendándoselo a no sé cuántos para darte importancia o si te enteras pero mejor callarse porque si dices algo el coro de entusiastas que tienes alrededor van a pensar que vas de listo.

Y así, entre silencios y venganzas, medran mediocridades, en el mejor de los casos, de precios abusivos –condición si ne qua non- que pasan por restaurantes de moda y que no son otra cosa que la versión gastronómica del traje invisible del Rey. Tú te callas y yo me forro, y me río, me río mucho.

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