Hay gente, en realidad muchísima gente, que está convencida
de que todo se puede comprar y que si algo no se puede comprar se puede comprar
la cobertura de la carencia, pero el problema de las coberturas es que acaban
moviéndose y dejando al descubierto las carencias y el ridículo de quién
pretende ser o tener aquello de lo que carece.
Recuerdo a un amigo mío, se dice el pecado y no el pecador
por si hay más amigos comunes que lo identifiquen, que me contaba que él tenía
una botella de Chivas que rellenaba periódicamente con DYC y que era lo que
sacaba para las visitas. Esta añagaza empezó inocentemente porque le molestaba
que la gente usase el Chivas para servírselo con agua o coca cola o cualquier
otro tipo de ingrediente accesorio que lo enmascaraba. “Tu pones dos botellas,
una de Chivas y otra más barata y la gente usa la más cara para prepararse los
cubatas. Desde que la relleno de DYC nadie ha protestado y sospecho que nadie
lo ha notado”. Pero es que cuando empezó a hacerlo también para chupitos tampoco
nadie pareció percatarse del engaño. “Y encima alguno lo paladea y te lo glosa”
me comentaba entre indignado, incrédulo y divertido.
Desgraciadamente lo que mi amigo contaba pasa en una gran
cantidad de restaurantes de nuevo cuño, de esos de maridaje, ración inversamente proporcional a la
longitud de la denominación de lo servido y con necesidad de rollo de papel
para contener la cuenta.
Escalofríos me dan. ¿Cómo se pueden cobrar cien euros por
comensal por un cordero duro, un rabo de toro, de vaca, de vaca, estofado con
un exceso de zanahoria que lo enmascara todo o una navaja tan escasamente
cocinada que te la sirven fría?. Pues es claro, para que nadie se atreva a
decir esto es una porquería, porque has ido a ese lugar porque un “entendido”,
y vengativo seguro, te lo ha recomendado, porque lo pone en algunos periódicos
que en vez de pagar cobran y porque o no te enteras y acabarás recomendándoselo
a no sé cuántos para darte importancia o si te enteras pero mejor callarse
porque si dices algo el coro de entusiastas que tienes alrededor van a pensar
que vas de listo.
Y así, entre silencios y venganzas, medran mediocridades, en
el mejor de los casos, de precios abusivos –condición si ne qua non- que pasan
por restaurantes de moda y que no son otra cosa que la versión gastronómica del
traje invisible del Rey. Tú te callas y yo me forro, y me río, me río mucho.
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